
Y allí estabas tú.
En medio de la vereda de mi vida.
Ocupandolo todo.
Invadiendo, irrumpiendo, alterando…
asediando mi destino.
Estabas desde el principio
y tanto tú como yo lo supimos
cuando nuestras manos entrelazamos por vez primera.
Estabas tú.
Envolviendo con un halo de delirio y amor
allá donde con mi mirada te acompañaba.
Estabas tú.
Y no hay día que pase sin que me congratule por tenerte aquí a mi lado,
dando luz a mis mañanas y llamas de pasión a mis noches.